jueves, 18 de julio de 2013

LA CASTIDAD EN EL NOVIAZGO





LA SEXUALIDAD:


 La sexualidad es un don maravilloso, que Dios nos ha confiado, para realizarnos como personas, amando con pureza y sinceridad. Todos somos seres humanos sexuados. Somos hombres o mujeres. Y, como tales, tenemos una energía masculina o femenina, que abarca todos los aspectos de nuestra vida.

Por eso, Dios ha querido a ambos sexos en su plan creador. Cada sexo tiene sus notas peculiares. El hombre, con su fuerte actividad creadora, lleno de energía y voluntad firme. La mujer, con su amor y ternura que llena de cariño a todos los que la rodean. Su fuerza y su espíritu de lucha, no serán tan grandes como en el hombre, pero tiene mayor paciencia y perseverancia. Y Dios quiso que ambos pusieran sus cualidades al servicio de la familia. Dios quiere que exista el hombre y la mujer. Los dos sexos son necesarios y mutuamente se reclaman.


El sexo, ciertamente, es un hermoso regalo de Dios, que es bello en sí mismo. El sexo no tiene nada de sucio ni de manchado en sí. Dios no hace nada manchado, sino limpio y hermoso. Pero hay que cuidar bien este don de Dios y no desperdiciarlo, no ensuciarlo con vanos y alocados amores, que tienen de todo, menos de un verdadero y auténtico amor.



PUREZA Y CASTIDAD:


 La pureza y la castidad suelen usarse como sinónimos, refiriéndose a la virtud que regula el uso de la sexualidad según el estado de cada uno. Sin embargo, la pureza tiene una connotación de belleza, blancura y hermosura que no lo tiene la palabra castidad. Por eso, algunos prefieren hablar de pureza, al referirse a esta virtud.

Nosotros hablaremos indistintamente de ambas palabras. Pero comencemos aclarando que pureza o castidad es diferente de la continencia o renuncia al sexo, como se da en la castidad consagrada o en la pureza virginal. La castidad es la virtud que promueve el uso ordenado de la sexualidad, no necesariamente en lo genital, sino en el amor personal; sea la castidad del soltero, la castidad matrimonial o la castidad dentro de la vida consagrada. La castidad no es algo de curas y monjas, pues todos deben llevar una sexualidad, como hombres y mujeres, con rectitud de acuerdo a su estado. La castidad es armonía, equilibrio, amor y control de uno mismo. Por eso, solamente los que tienen fuerza de voluntad pueden conseguirla.


Vive tu castidad de acuerdo a tu estado y siente la alegría de ser puro en pensamientos, Palabras y obras, en cuerpo, alma y espíritu. Amén.


La castidad sin amor
No tiene valor,
Es como una lámpara
Sin aceite (S. Bernardo)


EL PUDOR:


 El pudor es un sentimiento de vergüenza, que experimentamos, al vernos desnudos ante los demás. El pudor es como una muralla, que defiende la castidad y la pureza de las personas; pero, si alguien derriba esta muralla, la castidad estará perdida.
Decía san Agustín que “el pudor es el guardián de la castidad”.


El pudor nos inspira vestirnos con decencia para evitar la curiosidad malsana y las provocaciones en los que nos ven. Y es, por esto, que hay que evitar las modas que sean indignas de una persona casta, ya que, por el hecho de que algo esté de moda, no necesariamente es bueno. El pudor rechaza todo lo que sea mostrar partes de nuestro cuerpo que llevan a otros a malos pensamientos contra la pureza. El pudor es la prudencia de la castidad.


EL Noviazgo


Querida joven, si Dios te ha dado la vocación del matrimonio, busca a aquel hombre bueno, que Dios quiere regalarte desde toda la eternidad. Desde toda la eternidad, Dios pensó en ti y en el que sería tu compañero. Y te dio las cualidades necesarias para cumplir bien tu misión de esposa y de madre; lo mismo que a él le dotó de las cualidades necesarias para ser un buen esposo y padre. ¿Todavía no has encontrado a tu futuro esposo, a aquel que Dios ha creado para ti? Él es un bello regalo de Dios para ti. Pide a Dios con perseverancia que te lo muestre cuanto antes y que no te equivoques en la elección. Dile así: “Señor, te pido que me ilumines para escoger bien a mi futuro esposo; y dame tu gracia para formar con él esa familia unida, que tú Deseas para nosotros”.

 Pero procura, desde ahora, vivir pensando en él y prepararle un cuerpo sano y un alma pura como el mejor regalo que le vas a dar el día de tu matrimonio. La vida pura es fuerza, alegría, libertad, hermosura. ¿No vale la pena luchar por ella?
 Y tú querido joven, ¿ya conoces a la que será tu esposa? ¿La quieres mucho? Respétala. No te permitas con ella conversaciones inmorales, no la engañes con sutilezas, no le pidas un matrimonio a prueba ni una “prueba de amor”. Ten prudencia, no te creas seguro ante la tentación. Evita estar a solas con ella en lugares solitarios o apartados. Sé prudente. Tu amor a ella debe ser siempre puro y limpio, con la ilusión de llegar vírgenes los dos al matrimonio. Evita los abrazos y besos apasionados y los tocamientos indecorosos, que dejan amargura y remordimiento en el corazón.

Y, por supuesto, evita a toda costa tener relaciones sexuales con ella. Si la amas de verdad, debes respetarla y saber esperar hasta el momento en que puedas decirle de verdad y con sinceridad el día de tu matrimonio:
 Ahora sí soy tuyo, totalmente y para siempre. ¿Te imaginas que podrías tener un hijo no deseado antes de tiempo? ¿Cómo se sentiría ese hijo, si desde el primer momento de su existencia, ya es rechazado por su Padre, por ti, que te crees serio y responsable? ¿Querrías matarlo para que nadie se entere de tus errores? ¿Querrías tenerlo sin estar preparado ni poder darle todo el amor que necesita? ¿Crees que la relación sexual, en un contexto de miedo al embarazo y con remordimiento de conciencia, a ocultas y sólo por placer, es una donación total como Dios quiere en el matrimonio? Con los hijos no se juega; con el matrimonio tampoco.


Por eso, espera hasta que estés preparado y puedas darle lo mejor de ti mismo, a la que será tu esposa para toda tu vida. El amor es algo tan grande y tan hermoso que debe ser para toda la vida. Por lo cual, hay que estar “casados en el Señor” (1 Co 7,39), es decir casados por la Iglesia.

Ahora reza por tu futura esposa: Señor, escucha las palabras que salen de mi corazón. Haz que mi recuerdo le acompañe todo el día y la defienda de toda acción baja y vulgar. Haz que siempre siga amándome como yo la amo. Vuelve nuestro amor cada día más fuerte y profundo, sin mentiras ni engaños. Que seamos transparentes el uno para el otro y nunca escondamos cosas inconfesables. Haz que la llame y me responda, haz que sea pura y bella para mí. Que su recuerdo, en vez de quitarme las ganas de estudiar, sea más bien un estímulo para salir adelante en mi profesión y darle lo mejor de mí mismo. Quiero ser para ella un hombre auténtico, lleno de fuerza y energía para sostenerla en su debilidad. Y haz que su sonrisa y su alegría, iluminen mi vida y me llene de felicidad.

Danos los hijos que tú quieras, Señor, para servirte y amarte por toda la eternidad.
Amén.

¡Qué hermoso es encontrar chicas que sonrían y vistan con gusto, pero decentemente! ¡Qué belleza irradian las jóvenes de alma transparente y mirada limpia! Por eso, busca una chica buena, responsable, maternal, que sea creyente y que siempre te inspire buenas acciones. Una joven que irradie pureza y tenga la alegría de Dios en su corazón.

La fornicación, o las relaciones sexuales entre personas no casadas, es un grave desorden moral.

El acto sexual debe tener lugar exclusivamente en el matrimonio; fuera de éste, constituye siempre un pecado grave y excluye de la comunión sacramental(Cat2390).


En el noviazgo, los novios deben aprender a conocerse y amarse para no dar un paso equivocado para toda la vida. El filósofo alemán Herbert Marcuse habla de la “ética de la ternura”, es decir, aprender a darse cariño y ternura sin sexo. Porque el ser humano no es sólo cuerpo y genitalidad. Hay que aprender a amar con pequeños gestos llenos de cariño como una mirada, una sonrisa, un beso sincero sin apasionamiento, una caricia, un apretón de manos o simplemente inclinar la cabeza sobre la espalda del otro. Son pequeños gestos que van a fomentar el amor mutuo y construirán su futuro, porque una unión sexual sin amor no da la felicidad, un matrimonio sin amor no puede durar mucho tiempo; pero un amor profundo, aunque no hubiera sexo, seguirá dando sentido al matrimonio.


Sin embargo, no todo está perdido para ti, aunque hayas caído en lo más bajo del infierno con tus libertinajes sexuales. Mientras hay vida, hay esperanza, Dios sigue confiando en ti. Acude a Él, pídele perdón y verás milagros en tu vida y cómo Dios te transforma de gusano en mariposa para que puedas volar con las alas de la pureza y vivir con una alegría nueva. Hay muchos santos que han sido grandes pecadores y Dios los transformó completamente. Piensa en Santa María Magdalena, en San Agustín, y en tantos otros santos como el buen ladrón.

Así que da los primeros pasos, acude a confesarte y pídele perdón a Dios. Di en este momento:

                                                         Jesús, perdóname   
                                      Por todos mis pecados.
                                         Quiero ser tu hijo
                                              de verdad
                                          Y vivir contigo
                                         una vida nueva.
                                        Ven a mi corazón
                                        Y lléname de tu paz.
                                              Quiero que,
                                         a partir de ahora,
                                         Tú seas el Señor
                                        Y el Rey de mi vida.
                                        Te entrego mi vida,
                                        Mi mente, mi cuerpo
                                                Y mi alma
                                        Para que los limpies
                                        Con tu sangre bendita
                                              Y me hagas
                                          Un hombre nuevo,
                                        Puro y limpio para ti.
                                                    Amén.