lunes, 20 de junio de 2011

ANDROCLES Y EL LEÓN


Androcles era un pobre esclavo romano a quien su amo llevó al Norte de África hace muchos siglos, como su amo era muy cruel, la vida del esclavo era muy dura, por lo cual decidió escaparse para ver si llegaba a la costa y de ésta podía volver a Roma.

Sabía muy bien que, si le prendían, le matarían y por eso esperó a que hiciese noches oscuras y sin luna, y saliendo secretamente de casa de su amo, atravesó cautelosamente la ciudad y salió a campo abierto.

En medio de la oscuridad apresuró infatigablemente su marcha; pero con la luz del día observo que en lugar de haber huido hacia la costa, había penetrado en el interior del país hacia el solitario desierto. se encontraba rendido, hambriento y sediento; habiendo distinguido la entrada de una cueva en la falda de una colina, entró en aquel lugar, se echo en el suelo y durmió tranquilamente.

De pronto lo despertó un terrible rugido y poniéndose en pie de un salto vio a la entrada de la caverna un enorme león de color oscuro. Androcles había dormido en la madriguera de aquella fiera y bien sabia que no tenia escape posible, porque la bestia cerraba el paso. Esperaba pues, temblando de terror que el animal saltase sobre él y le matara.

Mas el león no se movía. se quejaba y se lamía una garra de la que manaba sangre. Olvidando Androcles su terror al ver sufrir a la fiera, se adelantó hacia ella y el león levantó la zarpa como pidiéndole auxilio.
Entonces vio Androcles que el león se había clavado una gran espina, la cual hundida, en la carne, le había causado ya gran inflamación. Con rápido movimiento extrajo la espina, detuvo la inflamación y detuvo la sangre.
Aliviado de su dolor, el agradecido león salió de la caverna y a los pocos minutos volvió con un conejo muerto que puso junto a Androcles. Cuando el pobre esclavo asó el conejo y hubo saciado su hambre, el león lo condujo  a un sitio de la colina donde de la tierra brotaba un manantial de fresca agua.
Durante tres años, hombre y fiera vivieron juntos. Juntos cazaban, juntos comían, y juntos reposaban durante la noche tendido el agradecido león junto a su bienhechor, y moviendo su enorme cola de un lado a otro, como un perro o gato que yace a los pies de su amo junto al fuego y se siente feliz. Finalmente, Androcles sintió deseos de comunicarse con sus semejantes y dejó la cueva, siendo pronto capturado por unos soldados y enviado a Roma como esclavo fugitivo.
Los antiguos romanos no tenían piedad con los esclavos fugitivos, así es que condenaron a Androcles a ser despedazado por las fieras en el circo el primer día de fiesta.
Una gran multitud de pueblo acudió a presenciar el triste espectáculo y entre  los espectadores figuraba el mismo emperador de Roma, que tenía en el coliseo su asiento imperial, desde el cual rodeado de sus senadores contemplaba la cruel fiesta.

Echaron a Androcles a la arena y pusieron en sus manos una lanza para que se defendiese contra un tremendo león, al que habían tenido varios días sin comer para hacerle más fiero. Quedaba pues, al esclavo muy pequeña probabilidad de conservar la vida.
Aterrorizado, cuando el hambriento león salió de su jaula, y al ver que se dirigía a saltos hacia él tembló y se le cayó la lanza de las manos .Pero en vez de atacarle y derribarle, el león agitó amigablemente la cola y le lamió las manos. Androcles vio entonces que aquel león era con quien él había vivido en la cueva, y le acarició el lomo, inclinase sobre su cabeza y lloró.
Maravillase el pueblo ante escena tan prodigiosa y el emperador mandó llamar a Androcles y le pidió que le explicase aquello.
 Admirado con el sorprendente relato, que le concedió la libertad y dignidad de hombre libre, y le dio una importante suma de dinero. Androcles solía después pasear por las calles de Roma acompañado de su león, que como un fiel perro le seguía a todas partes.