LA SEXUALIDAD:
La sexualidad es un don maravilloso, que Dios nos ha confiado,
para realizarnos como personas, amando con pureza y sinceridad. Todos somos
seres humanos sexuados. Somos hombres o mujeres. Y, como tales, tenemos una
energía masculina o femenina, que abarca todos los aspectos de nuestra vida.
Por eso, Dios ha querido a ambos sexos en su plan creador. Cada
sexo tiene sus notas peculiares. El hombre, con su fuerte actividad creadora,
lleno de energía y voluntad firme. La mujer, con su amor y ternura que llena de
cariño a todos los que la rodean. Su fuerza y su espíritu de lucha, no serán
tan grandes como en el hombre, pero tiene mayor paciencia y perseverancia. Y
Dios quiso que ambos pusieran sus cualidades al servicio de la familia. Dios
quiere que exista el hombre y la mujer. Los dos sexos son necesarios y
mutuamente se reclaman.
El sexo, ciertamente, es un hermoso regalo de Dios, que es bello
en sí mismo. El sexo no tiene nada de sucio ni de manchado en sí. Dios no hace
nada manchado, sino limpio y hermoso. Pero hay que cuidar bien este don de Dios
y no desperdiciarlo, no ensuciarlo con vanos y alocados amores, que tienen de
todo, menos de un verdadero y auténtico amor.
PUREZA Y CASTIDAD:
La pureza y la castidad suelen usarse como sinónimos, refiriéndose
a la virtud que regula el uso de la sexualidad según el estado de cada uno. Sin
embargo, la pureza tiene una connotación de belleza, blancura y hermosura que
no lo tiene la palabra castidad. Por eso, algunos prefieren hablar de pureza,
al referirse a esta virtud.
Nosotros hablaremos indistintamente de ambas palabras. Pero
comencemos aclarando que pureza o castidad es diferente de la continencia o
renuncia al sexo, como se da en la castidad consagrada o en la pureza virginal.
La castidad es la virtud que promueve el uso ordenado de la sexualidad, no
necesariamente en lo genital, sino en el amor personal; sea la castidad del
soltero, la castidad matrimonial o la castidad dentro de la vida consagrada. La
castidad no es algo de curas y monjas, pues todos deben llevar una sexualidad,
como hombres y mujeres, con rectitud de acuerdo a su estado. La castidad es
armonía, equilibrio, amor y control de uno mismo. Por eso, solamente los que
tienen fuerza de voluntad pueden conseguirla.
Vive
tu castidad de acuerdo a tu estado y siente la alegría de ser puro en
pensamientos, Palabras y obras, en cuerpo, alma y espíritu. Amén.
La castidad sin amor
No tiene valor,
Es como una lámpara
Sin aceite (S. Bernardo)
EL PUDOR:
El pudor es un sentimiento de vergüenza, que experimentamos, al
vernos desnudos ante los demás. El pudor es como una muralla, que defiende la
castidad y la pureza de las personas; pero, si alguien derriba esta muralla, la
castidad estará perdida.
Decía
san Agustín que “el pudor es el guardián de la
castidad”.
El pudor nos inspira vestirnos con decencia para evitar la
curiosidad malsana y las provocaciones en los que nos ven. Y es, por esto, que
hay que evitar las modas que sean indignas de una persona casta, ya que, por el
hecho de que algo esté de moda, no necesariamente es bueno. El pudor rechaza
todo lo que sea mostrar partes de nuestro cuerpo que llevan a otros a malos
pensamientos contra la pureza. El pudor
es la prudencia de la castidad.
EL Noviazgo
Querida joven, si Dios te ha dado la vocación del matrimonio,
busca a aquel hombre bueno, que Dios quiere regalarte desde toda la eternidad.
Desde toda la eternidad, Dios pensó en ti y en el que sería tu compañero. Y te
dio las cualidades necesarias para cumplir bien tu misión de esposa y de madre;
lo mismo que a él le dotó de las cualidades necesarias para ser un buen esposo
y padre. ¿Todavía no has encontrado a tu futuro esposo, a aquel que Dios ha
creado para ti? Él es un bello regalo de Dios para ti. Pide a Dios con
perseverancia que te lo muestre cuanto antes y que no te equivoques en la
elección. Dile así: “Señor, te pido que me ilumines para escoger
bien a mi futuro esposo; y dame tu gracia para formar con él esa familia unida,
que tú Deseas para nosotros”.
Pero procura, desde ahora, vivir pensando en él y prepararle un
cuerpo sano y un alma pura como el mejor regalo que le vas a dar el día de tu
matrimonio. La vida pura es fuerza, alegría, libertad, hermosura. ¿No vale la
pena luchar por ella?
Y tú querido joven, ¿ya conoces a la que será tu esposa? ¿La
quieres mucho? Respétala. No te permitas con ella conversaciones inmorales, no
la engañes con sutilezas, no le pidas un matrimonio a prueba ni una “prueba de amor”. Ten
prudencia, no te creas seguro ante la tentación. Evita estar a solas con ella
en lugares solitarios o apartados. Sé prudente. Tu amor a ella debe ser siempre
puro y limpio, con la ilusión de llegar vírgenes los dos al matrimonio. Evita
los abrazos y besos apasionados y los tocamientos indecorosos, que dejan
amargura y remordimiento en el corazón.
Y,
por supuesto, evita a toda costa tener relaciones sexuales con ella. Si la amas
de verdad, debes respetarla y saber esperar hasta el momento en que puedas
decirle de verdad y con sinceridad el día de tu matrimonio:
Ahora sí soy tuyo, totalmente y para siempre. ¿Te imaginas que podrías tener un hijo no deseado antes de tiempo?
¿Cómo se sentiría ese hijo, si desde el primer momento de su existencia, ya es
rechazado por su Padre, por ti, que te crees serio y responsable? ¿Querrías
matarlo para que nadie se entere de tus errores? ¿Querrías tenerlo sin estar
preparado ni poder darle todo el amor que necesita? ¿Crees que la relación
sexual, en un contexto de miedo al embarazo y con remordimiento de conciencia,
a ocultas y sólo por placer, es una donación total como Dios quiere en el
matrimonio? Con los hijos no se juega; con el matrimonio tampoco.
Por eso, espera hasta que estés preparado y puedas darle lo mejor
de ti mismo, a la que será tu esposa para toda tu vida. El amor es algo tan
grande y tan hermoso que debe ser para toda la vida. Por lo cual, hay que estar
“casados en el Señor” (1 Co 7,39), es decir casados por la Iglesia.
Ahora reza por tu futura esposa: Señor,
escucha las palabras que salen de mi corazón. Haz que mi recuerdo le acompañe
todo el día y la defienda de toda acción baja y vulgar. Haz que siempre siga
amándome como yo la amo. Vuelve nuestro amor cada día más fuerte y profundo,
sin mentiras ni engaños. Que seamos transparentes el uno para el otro y nunca
escondamos cosas inconfesables. Haz que la llame y me responda, haz que sea
pura y bella para mí. Que su recuerdo, en vez de quitarme las ganas de
estudiar, sea más bien un estímulo para salir adelante en mi profesión y darle lo mejor
de mí mismo. Quiero ser para ella un hombre auténtico, lleno de fuerza y
energía para sostenerla en su debilidad. Y haz que su sonrisa y su alegría, iluminen
mi vida y me llene de felicidad.
Danos los hijos que tú quieras, Señor, para servirte y amarte por
toda la eternidad.
Amén.
¡Qué hermoso es encontrar chicas que sonrían y vistan con gusto,
pero decentemente! ¡Qué belleza irradian las jóvenes de alma transparente y
mirada limpia! Por eso, busca una chica buena, responsable, maternal, que sea
creyente y que siempre te inspire buenas acciones. Una joven que irradie pureza
y tenga la alegría de Dios en su corazón.
La fornicación, o las relaciones sexuales entre personas no
casadas, es un grave desorden moral.
El acto sexual debe tener lugar exclusivamente en el matrimonio;
fuera de éste, constituye siempre un pecado grave y excluye de la comunión sacramental” (Cat2390).
En el noviazgo, los novios deben aprender a conocerse y amarse
para no dar un paso equivocado para toda la vida. El filósofo alemán Herbert
Marcuse habla de la “ética de la ternura”, es decir, aprender a darse
cariño y ternura sin sexo. Porque el ser humano no
es sólo cuerpo y genitalidad. Hay que aprender a amar con pequeños gestos
llenos de cariño como una mirada, una sonrisa, un beso sincero sin apasionamiento,
una caricia, un apretón de manos o simplemente inclinar la cabeza sobre la
espalda del otro. Son pequeños gestos que van a fomentar el amor mutuo y construirán
su futuro, porque una unión sexual sin amor no da la felicidad, un matrimonio
sin amor no puede durar mucho tiempo; pero un amor profundo, aunque no hubiera
sexo, seguirá dando sentido al matrimonio.
Sin embargo, no todo está perdido para ti, aunque hayas caído en
lo más bajo del infierno con tus libertinajes sexuales. Mientras hay vida, hay
esperanza, Dios sigue confiando en ti. Acude a Él, pídele perdón y verás
milagros en tu vida y cómo Dios te transforma de gusano en mariposa para que
puedas volar con las alas de la pureza y vivir con una alegría nueva. Hay
muchos santos que han sido grandes pecadores y Dios los transformó
completamente. Piensa en Santa María Magdalena, en San Agustín, y en tantos
otros santos como el buen ladrón.
Así que da los primeros pasos, acude a confesarte y pídele perdón
a Dios. Di en este momento:
Jesús, perdóname
Por todos mis pecados.
Quiero ser tu hijo
de verdad
Y vivir contigo
una vida nueva.
Ven a mi corazón
Y lléname de tu paz.
Quiero que,
a partir de ahora,
Tú seas el Señor
Y el Rey de mi vida.
Te entrego mi vida,
Mi mente, mi cuerpo
Y mi alma
Para que los limpies
Con tu sangre bendita
Y me hagas
Un hombre nuevo,
Puro y limpio para ti.
Amén.