jueves, 7 de junio de 2012

EL PADRE PÍO Y LA VIRGEN MARÍA



Decía san Alfonzo que a quien Dios quiere llevar una elevadísima santidad le concede una gran devoción a la Virgen Santísima. Y esto le sucedió al padre Pío. Toda su vida fue una cadena ininterrumpida de actos de devoción y de caridad a la Madre de Dios.
 

Su bautismo, el 26 de mayo de 1887, fue hecho junto a una imagen de Nuestra Señora. Y la mamá, doña Josefa, se encargó durante los años de la niñez del futuro santo, de entusiasmarlo enormemente por la devoción a la Virgen Purísima.

En Pietrelcina se conserva la imagen de la Santísima Virgen ante la cual se detenía el niño Forggione (Padre Pío)  a rezar cuando iba a la escuela o volvía a su casa.

Dos madres. En la celda del Padre Pío hubo siempre dos retratos, el de la imagen de la Virgen, patrona de su región, y el retrato de su mamá, doña Josefa. Y cuando murió su mamá, el santo repitió lo que hicieron santa Teresa, san Juan Bosco y otros santos al quedar huérfanos de madre: se arrodilló ante la imagen de la Virgen Santísima y le dijo: “Madre, yo no puedo vivir sin mamá en esta tierra. Mi mamá terrenal se ha ido a la eternidad ¿Quieres ser Tú buena mamá de ahora en adelante?”. Y la reina Celestial cumplió  a perfección su oficio de madre desde ese día hasta que llevó su alma a la eternidad feliz.

Una  visión. El 15 de agosto de 1929 dijo: “ Esta mañana en la fiesta de la Asunción, subí al altar a celebrar la Santa Misa lleno de dolores físicos y de angustias en el alma. Sentía morirme. Una angustia mortal invadía mi alma. Me llegó una tristeza insoportable. Pero después de comulgar vi claramente a la celestial Señora que me decía: Mi hijo y Yo estamos contigo. Puedes estar tranquilo. Tu nos perteneces y nosotros te protegeremos. Desde ese momento invadió mi alma una alegría tan grande como nunca había sentido un gozo semejante. Y así estuve todo este día de fiesta de la Santísima Virgen.

Después de esto exclamaba:  Al recordar la presencia de Jesús sacramentado y de María Santísima, siento en mi corazón una llama de amor tan grande hacia ellos que ya no siento los dolores ni las penas. Y añadía: Quisiera tener una voz tan fuerte que lograra llegar con ella a los pecadores de todo el mundo para convencerlos que lo mejor será confiar siempre en la bondad y el poder de la madre de Dios. Quisiera tener alas para poder volar por toda la tierra propagando la devoción y el amor a Jesús y a María.


SU ARMA PREFERIDA EL SANTO ROSARIO

¿Quién podría contar los rosarios que el Padre Pío rezó en tantos años? Siempre llevaba la camándula en su mano. Y tenía rosarios en todas partes: debajo de la almohada, en los bolsillos, en la mesa. Se podía llamar “El religioso del rosario” Decía que el arma predilecta con la cual derrotaba a los enemigos del alma era el santo Rosario. Un día que estaba en cama enfermo notó que se le había extraviado su rosario y le dijo al Padre enfermero: “por favor, busque dónde se me ha quedado mi arma de combate”. El otro entendió y se fue a buscarle su camándula. Todo rato libre lo dedicaba a rezar el rosario: meditando los misterios. En su cuaderno escribió, cada día rezaré cinco rosarios de quince misterios cada uno.

Sus últimos concejos. Unos días antes de su muerte, se le acercaron algunos devotos y le pidieron: Padre ¿Qué consejos nos deja de recuerdo? Y él respondió: Amén mucho a la Virgen Santísima y háganla amar. Recen el rosario. Récenlo siempre. Récenlo cuantas más veces puedan. Recuerden quien más reza tiene más posibilidades de salvarse, y quien reza menos, tiene más posibilidades de condenarse. El rosario es la oración que triunfa de todo y de todos.

La boleta de entrada. Un día lo visitaba el obispo Monseñor Pablo Corta, acompañado de un militar, y el prelado le pidió al padre Pío que le consiguiera al oficial del ejército una boleta para entrar al cielo. El santo sacó una camándula y entregándosela al militar le dijo: esta es la mejor boleta y recomendación para que al morir lo dejen entrar a la patria celestial. Recuerde que María santísima es la puerta del cielo. Si usted reza cada día con devoción el santo Rosario, la madre de Dios le conseguirá de su Hijo Jesucristo,  la entrada a la Gloria Celestial.