martes, 5 de febrero de 2013

EL ABORTO


 
Es un atentado contra la vida de seres humanos inocentes e indefensos todavía por nacer. Se considera que hay aborto desde el primer momento de la concepción, cuando el óvulo es fecundado, porque como hemos anotado, la OMS tiene su propia teoría, considerando que el aborto sólo se da a partir de la implantación del óvulo fecundado en el útero.
En muchos países se está legalizando el aborto como si fuera un avance científico de países modernos y progresistas. Parece que para muchos, matar (por el aborto) es signo de desarrollo. ¿No será más bien señal de subdesarrollo moral?
 

a) EXAGERACIONES Y MENTIRAS.

En todos los países, para legalizar el aborto, sus partidarios acuden a la mentira, inflando cifras inexistentes para convencer a la población de que tenga piedad de tantas madres que mueren por el aborto ilegal, como si el aborto legal fuera seguro y no murieran muchas mujeres, a pesar de estar legalizado el aborto en sus países.

Antes de la legalización del aborto, había en USA entre 100.000 y 200.000 abortos ilegales cada año. A partir de su legalización, el número de abortos fue aumentando hasta la cifra actual de un millón seiscientos mil. La muerte de mujeres no ha disminuido, sino que ha aumentado en proporción al número de abortos. Por eso, llamar aborto seguro al aborto legal es una gran mentira.

 
 
Actualmente el aborto es considerado por muchos como un medio para el control de nacimientos y no hay posibilidad de parar la avalancha.
 
Pero hay otra gran mentira en el proceso de legalización del aborto en Estados Unidos. Nos referimos al famoso caso de Roe versus Wade en el que el Tribunal Supremo de Estados Unidos, el 22 de enero de 1973, dio sentencia favorable para introducir el aborto en ese país. La interesada Jane Roe, a cuyo favor se dio la sentencia, se llamaba Norma McCorvey, no Jane Roe.
 
En una entrevista a la periodista Silvia Kramar para el Diario Il Giornale de Italia, del 17 de enero del 2005, afirma: Una de las confesiones que debo hacer es que en 1973 mentí declarando haber quedado embarazada después de haber sido violada por una banda. Sarah Weddignton (mi abogada) basó en ello buena parte de la moción, sabiendo que los americanos habrían estado ciertamente a favor de la interrupción del embarazo para una mujer violada.
Pero no era verdad. Había mentido. La ley que ha matado a millones de vidas nació de una mentira…
Después me ofrecieron trabajar en una clínica abortista. Acepté. A
cambio de seis dólares a la hora me convertí en la secretaria. Hacía de todo:
 
 
daba citas, explicaba a las clientas que no era un niño, sino una “menstruación fallida”. A menudo mentíamos sobre la duración del embarazo, porque más allá de las diez semanas, las pacientes debían pagar el doble. Cuando yo iba a la cámara frigorífica y veía los trozos, las piernas y las cabezas de los fetos echados en una tinaja, volvía a casa y me emborrachaba. En 1995 los del movimiento provida instalaron una sede al lado de la clínica. Iban ante mi ventana con eslóganes como “el aborto detiene un corazón que late”, “el aborto es un holocausto americano”, “es un hijo, no una opción”.
 
 
Hacíamos abortos incluso en el segundo trimestre de embarazo. Un día una chica alzó la cabeza, vio el piececito del niño y se puso a gritar. Debí decirle que se equivocaba; pero, mientras estaba pagando, me miró con los ojos rojos a la cara y me dijo: “Sabe muy bien lo que he visto. Me habíais dicho que no era un niño”. Yo no podía más.
 
Hice amistad con mis vecinos del movimiento por la vida. Eran serenos,delicados y vivían los preceptos del cristianismo. Había una mujer, Ronda Mackey, que trabajaba para la Rescue Operation (Operación rescate). Tenía una hija llamada Elisabeth, de siete años. La invité a jugar a mi oficina en la clínica. Ella me pidió ir con ellos a la iglesia. Durante una misa, caí de rodillas y pedí perdón a Dios por todo lo que había hecho.
 
Ese fue el principio de su conversión para convertirse en una buena
católica y defensora de la vida del no nacido. Ella misma, el año 2004, pidió a la Corte Suprema de Estados Unidos que revisara su caso, basándose en que todo fue fruto de una gran mentira y de que ahora existen nuevas evidencias de los efectos catastróficos del aborto. Para apoyar la petición de que el aborto es dañino para las mujeres, los abogados de McCorvey presentaron todas las evidencias científicas sobre secuelas del aborto junto con más de 1.000 declaraciones adjuntas de mujeres afectadas gravemente por sus abortos, pero su petición no fue atendida. Ahora Norma McCorvey es una de las líderes del movimiento por la vida de Estados Unidos.
 

b) VIOLACIÓN

Uno de los casos que más suelen sacar a relucir los proabortistas para legalizar el aborto es el de la violación, como para querer aparentar ser compasivos mientras que los provida aparecen como crueles, al exigirles que tengan ese hijo a toda costa. Pero la verdad es totalmente lo contrario. Aquí no se trata de una oposición entre la madre y el hijo. Ambos están íntimamente unidos.
 

En el peor de los casos, el niño puede darse en adopción. Pero si la madre aborta a ese niño, sufrirá toda su vida las consecuencias de su aborto. Al abortar, no se mata sólo a un inocente, sino que la madre queda también gravemente afectada sicológicamente.
 

Tres investigadores norteamericanos (David Reardon, Julie Makimaa y Amy Sobie) analizaron 192 casos de mujeres embarazadas a consecuencia de una violación y 55 casos de adolescentes o adultos concebidos de esta violación. En su libro Victims and victors declaran que el 69% de las mujeres decidieron dar a luz, el 29% abortó y el 2% sufrió un aborto espontáneo. De las que abortaron a propósito, el 93% aseguró que el aborto no solucionó sus problemas y que no lo recomendarían. Reconocieron que fue nocivo para ellas y que sintieron más vergüenza y sensación de culpa después de abortar, habiendo abortado por presiones familiares y sociales.
 
 
En cambio, de las mujeres que dieron a luz, ninguna se arrepintió; y el 80% manifestó mucha felicidad por haber tenido al niño. Ninguna declaró que no quisiera a su hijo o que deseara haber abortado.

Veamos el testimonio de algunas de estas mujeres que fueron violadas.

Kay Zibolsky refiere: Fui violada a punta de cuchillo a menos de una cuadra de mi casa, cuando tenía 16 años. Mi asaltante desconocido se perdió en la noche, dejándome herida después de haberme amenazado para que no se lo contara a nadie. En 27 años no lo conté nunca, excepto a mi esposo muchos años después.
Concebí y di a luz una niña después de la violación; ella era preciosa. Cuando Robin tenía 18 meses la di en adopción, pero Dios tenía un plan especial.
 

Después de mi propio proceso de sanación, me había preparado y nos conocimos, cuando ella tenía 27 años. Sus primeras palabras para mí fueron: “Caramba, me alegro muchísimo de que no te hayas hecho el aborto”. Robin resultó ser una parte importante del proceso de sanación y le doy gracias a Dios hoy en día, porque no hice nada en mi juventud por lo cual hubiera tenido que sufrir el resto de mi vida, ya que no le hubiera dado la oportunidad a mi niña de decirme aquellas conmovedoras palabras. El mal llamado aborto “legal y seguro” la hubiera silenciado para siempre.
 

Testimonios como éste demuestran que, por encima de la mezquindad y la vileza de los promotores de la cultura de la muerte, resplandece la grandeza de la vida, la generosidad y el amor.

 
Jackie Bakker dice: Cuando tenía 19 años fui violada a punta de pistola.
Me sentí sucia, usada y robada en toda mi dignidad. Cuando se lo dije a mis padres, mi papá se horrorizó de que estuviera embarazada, especialmente de un violador.
 
 
 En Paternidad Planificada me dijeron que el aborto era la única solución y no me ofrecieron alternativas. Mis padres me hicieron testificar ante el fiscal sobre la violación para que pudiera tener un aborto legal.
 
 
Sentí una terrible presión de todos, especialmente de mis padres, y al final cedí. Me inyectaron una solución salina y 18 horas mas tarde “di a luz” una pequeña bebita muerta que estaba totalmente formada y era perfecta. Sentí un vacío que nadie puede llenar, los efectos del aborto continuaron mucho tiempo después de los recuerdos de la violación.
 
 
 Por los próximos tres años experimenté horribles depresiones y pesadillas. Al contrario de todo lo que me habían dicho, era mucho más difícil lidiar con el recuerdo del aborto que con el de la violación. La violación fue un crimen terrible contra mí, una víctima inocente. El aborto fue la matanza de mi hijo inocente y yo participé voluntariamente.
 

Odié al hombre que me había hecho esto. Pensé que lo que él hizo era terrible y cruel: me había violado. Pero inmediatamente después que aborté a mi hijo, me di cuenta de que lo que había hecho era aún más cruel. Yo había creado una nueva víctima y era la única persona responsable por ello. Me sentí mucho más culpable por el aborto ya que éste no me borró el recuerdo de la violación, solamente me dejó con otras cosas a las que tuve que enfrentarme.

 
c) ABORTO EUGENÉSICO
 
Es el que se realiza para evitar que el niño nazca con alguna malformación.
Hoy es muy común hacerse pruebas durante el embarazo con el fin de ver el estado de salud del feto y poder detectar alguna posible enfermedad o malformación y así poder abortar cuanto antes. En algunos países se está haciendo ya obligatoria está práctica en vista a evitar el nacimiento de niños enfermos que son una carga para sus padres y para el Estado.
 
 
El renombrado constitucionalista brasileño Celso Bastos, en una entrevista a la revista Catolicismo, dijo: Participé en una discusión en la que un médico,dueño de diversas clínicas, defendía el aborto. Él decía que con un aparato de ultrasonidos se puede conocer con un 80% de certeza si el feto sufre de mongolismo, en cuyo caso podría ser abortado. Le pregunté, ya que admitía un 20% de inseguridad: ¿Por qué no dejar nacer a la criatura y matarla después?  Así tendríamos un 100% de certeza. Él no tuvo respuesta y se irritó.
 
 
Hay diferentes métodos de diagnóstico prenatal. La ecografía, realizada hacia la vigésima semana, puede detectar el 95% de anomalías o malformaciones, pero se dan muchos errores de mala interpretación, debidos a la falta de preparación de los operadores. Sin embargo, es la técnica más aceptable, porque no se han detectado riesgos importantes. Otros métodos de diagnóstico tienen mayores riesgos de aborto y habría que evitarlos a toda costa.
 
 
La amniocentesis o prueba del líquido amniótico tiene un riesgo de aborto del 1%, si se hace en época tardía, pero si se hace entre la 11 y 12 semanas, o antes, el riesgo se eleva al 5%.
 
La embrioscopia tiene un riesgo de aborto de 8 a 9%. La fetoscopía,realizada alrededor de la semana 18, tiene un riesgo que supera el 6%. Y todas las técnicas que exigen extraer células, tejidos o sangre fetales, son arriesgadas y con un mayor tanto por ciento de abortos. Por ello, hay que desecharlas.
 
 
El problema es que ninguna de las técnicas actuales son fiables al 100% y con frecuencia los médicos han aconsejado el aborto por haber supuesto que había malformaciones o enfermedades que no existían.
 
En Italia ocurrió un hecho muy lamentable que causó polémica a nivel mundial. Una mujer recurrió al aborto de su hijo de 22 semanas, porque según el diagnóstico médico tenía una malformación. En las cuatro ecografías que le habían hecho en el hospital Careggi de Florencia el año 2007 se manifestaba una malformación congénita según la cual el esófago y el tubo digestivo no tenían continuidad; pero, al abortarlo, comprobaron que todo había sido falso. ¿Cuántos niños habrán tenido que morir por falsos diagnósticos o por haberse realizado esa prueba sin necesidad?
 
El problema de fondo es si ese niño, aunque nazca enfermo, es un ser humano y tiene derecho a la vida o no. El Papa Juan Pablo II dijo claramente: La Iglesia cree firmemente que la vida humana, aunque débil y enferma, es siempre un don espléndido del Dios de la bondad.
 
Uno de los casos más frecuentes para esta clase de abortos es el síndrome de Down. Muchos padres no pueden aceptar un niño así y tratan de eliminarlo por cualquier medio, antes o después del nacimiento. Sin embargo, estos niños, que necesitan mucho amor, son para sus familias una fuente inmensa de bendiciones y de alegrías. Así me lo decía mi amigo Carlos Ávila, que tiene once hijos y el último es precisamente Down. Me aseguraba: Este último hijo ha sido una bendición para toda la familia y todos lo queremos mucho y lo ayudamos en todo.
 
 
El famoso rey del aborto, Bernard Nathanson, contaba esta anécdota: Cuando estuve con mi esposa en Nueva Zelanda, almorzamos cierto día con sir Wiliams Lilley, que es el más importante fetólogo del mundo, y nos contó que habían tenido cuatro hijos que ya eran mayores, y, al quedar solo el matrimonio,
adoptaron un niño Down. Pues bien, este señor nos dijo que ese hijo mongólico les había proporcionado más satisfacciones que cualquiera de los otros cuatro hijos de su matrimonio.
 
 
 
Una madre de 27 años de Avilés, España, deficiente mental, estaba embarazada de seis meses y sus padres pensaron que el niño nacería también con deficiencia mental. Sus padres acudieron para que le hicieran el aborto, pero la Clínica no aceptó por haberse pasado el tiempo legal. Los padres acudieron al juzgado para que autorizara el aborto. Este fue un caso emblemático en toda España. Los defensores de la vida ya le habían puesto nombre: Pelayo, si era hombre; y Covadonga, si era mujer. Hubo cientos de peticiones a la fiscalía, implorando por la vida del niño. Muchas familias se comprometían a adoptarlo.
 
Además, el riesgo del aborto era mayor que el de un parto normal o por cesárea.
Sin embargo, el juez dictó sentencia favorable al aborto y Pelayo murió. Había sido uno de los niños más queridos y deseados de toda España en 2004. Su injusta muerte sirvió para sacudir muchas conciencias dormidas.
 
Un caso hermoso, que ocurrió en Estados Unidos, fue el de Samuel, a quien detectaron espina bífida y pudieron curarlo, operándolo en el seno materno.
 
El doctor Joseph Brunner operó a Samuel Alexander Armas, un feto de 21 semanas, que tenía una malformación llamada espina bífida. En estos casos la columna vertebral se queda abierta y la médula espinal se daña, por lo cual la persona normalmente se queda inválida. Su madre, Julie, una enfermera de 27 años, había tenido dos abortos espontáneos antes de quedar embarazada de Samuel. A las 14 semanas de gestación empezó a sufrir de calambres y la ecografía mostró las anomalías del bebé. Desecharon la opción de abortar y solicitaron la ayuda del doctor Brunner.
 
La operación fetal se realizó con total éxito. Lo excepcional y hermoso de este caso es que un fotógrafo, presente en la operación, captó una imagen de la mano de Samuel, saliendo fuera del vientre de su madre y agarrando fuertemente el dedo del doctor Brunner. La foto, titulada The Samuel´s first shake-hands (el primer apretón de manos de Samuel) dio la vuelta al mundo.
 

d) ABORTO TERAPÉUTICO
 

En muchos países, para legalizar el aborto, comienzan por presentar los tres casos especiales: violación, malformación del feto y el peligro para la vida de la madre. Después se abre la puerta cada vez más hasta llegar al aborto a petición. El aborto terapéutico es el realizado cuando está en riesgo la vida de la madre.
 
 
 
En la historia humana hay muchos casos de mujeres valientes que supieron dar su vida en favor de la de sus hijos, a los que no quisieron abortar.
 
Uno de los casos más importantes fue el de Gianna Beretta. Se casó con Pietro Molla el 23 de setiembre de 1955. En menos de cuatro años dio a luz tres hijos.
 
En el cuarto embarazo apareció un fibroma en el útero y fue necesaria una operación quirúrgica. Ella le declaró al cirujano que debía ocuparse primero de salvar la vida de su criatura. Al día siguiente de dar a luz a Gianna Emmanuela, aparecieron complicaciones. Una peritonitis séptica la llevó a la muerte en pocos días, el 28 de abril de 1962. Fue beatificada por el Papa Juan Pablo II en la basílica vaticana el 24 de abril de 1994.
 


Otro caso ejemplar. María Beltrame Quattrocchi quedó embarazada en 1913. Todo fue bien hasta el final del cuarto mes. De pronto vino una violenta e imparable hemorragia. El diagnóstico era placenta previa, que en aquel tiempo era como sentencia de muerte para la madre y el hijo. Le aconsejaron abortar,porque la posibilidad de sobrevivir en ese tiempo era de un cinco por ciento. Los dos esposos decidieron seguir adelante y orar intensamente. El 6 de abril de 1914 nació su cuarta hija, Enrichetta, sana y sin complicaciones, pudiendo superar la infección que tuvo después del parto. De sus cuatro hijos, dos son sacerdotes y una religiosa. Enrichetta es una buena madre de familia. Ambos esposos fueron beatificados por el Papa Juan Pablo II en Roma el 21 de octubre del 2001.
 
El caso de Carla Levati es hermoso. El 27de enero de 1993 moría en Italia a los 28 años, ocho horas después de haber dado a luz un niño que quiso traer al mundo pese a que los médicos le aconsejaron un aborto para operarla de cáncer. La mujer llegó al parto en estado de coma, después de meses de grandes sufrimientos físicos, soportados para evitar que los fármacos que podían calmarle el dolor dañaran al feto que llevaba en su seno. Morir antes que matar.
 
De acuerdo con su marido, Valerio Ardenghi, un albañil, Carla prefirió el sufrimiento y dar a luz al nuevo hijo. Su esposo escribió en estos meses un “Diario” de las angustias y dolores vividos día por día. En una de las últimas páginas escribió: “Gracias, Carla, por haberme convertido en un hombre”.